Lo que apenas queda

Las cosas pasan, todo pasa.

Pensaba en la frugalidad, en el momento que se difumina, que se va. Apenas quedan unas cuantas pinceladas de aquella noche trazadas en mi memoria. Esa mañana de escaso contacto que se han vuelto mi obsesión, repitiéndose en mi cabeza, deseando estar ahí otra vez, deseando haber tenido más que solo cinco sentidos para captar todo, incluyendo lo imperceptible. El sonido, el gemido quedo de la pasión, sus movimientos, su agitado respirar, mi deseo por él, su eyaculación.

Me enoja cuando me obsesiono con alguien a quién no puedo tener, no puedo contener, no puedo retener. Más si me veo honestamente al espejo y hago mención de todo esto en voz alta, romperé en carcajadas seguidas de una voz profunda diciéndome “nunca nadie te ha pertenecido”. Pero somos necios y queremos tener dueño y ser dueños de lo que nos posee. No soy alguien a quien se deba cuidar, soy como la hierba mala que crece sin control alrededor de los bellos arbustos, árboles frutales y flores, me pueden arrancar y en unos cuantos días volveré a crecer. Es por eso que, por mi presencia tan común, no se piensa que puedo no existir algún día. Por eso mis furtivos amantes no me consideran especial o importante, primero están otras prioridades, pero estar entre mis piernas o incluso dentro de mi corazón, no es definitivamente una de ellas. Pueden tener sus episodios de calentura, llamarme, tenerme y después continuar. Para mí es una expectante zona de confort, pues muy en el fondo pienso que si me esfuerzo, simplemente habré perdido el tiempo, pues siempre habrá alguien mejor que yo y lo sé.

Todos los hombres con quienes he estado (que no han sido muchos), todos ellos sin excepción me han hablado de mujeres que les marcaron y dejaron huella en sus vidas. Eso me anticipa a la inevitable idea de que, estoy más que de paso, apenas y les despeinaré un poco, pero no voy a dejar algo en ellos, pues siempre sus recuerdos resultan más poderosos que a mí me convierten en un pasatiempo, en un ratito, en un lapsus. Después vuelven a la idea irrevocable de que, aquellas mujeres son, lo único bueno que aconteció en sus vidas.

Màs no yo, yo no.

El saber de antemano que no existe sueño que no se haya convertido en pesadilla anteriormente para mí y que las fantasías solo son válidas en mi imaginación más no puedo trasladarlas a la vida “real”, me tornan una persona apática e insolente.

No veo ganancia, no veo beneficio, no veo placer. Me siento vacía, porque ese hombre entre mis piernas se convierte en piedra que se va erosionando con el viento frio de la desesperanza. Es una imagen congelada en mi cabeza, una sensación grabada en la piel y en las entrañas, pero nada más, no hay acto amoroso y aunque me esfuerce en sentir amor sé que esa persona no recibirá tan pequeño y mediocre regalo, pues la hierba mala crece todos los días y de esa hay por todos lados, por lo que no siendo considerada especial, ¿para qué esforzarse en tenerla?

Nada vale la pena, me dicen constantemente las voces dentro de mi cabeza, en estas manos nada se queda, mucho menos entre mis brazos o entre mis piernas. Miro al mundo desde el fondo de una botella vacía de licor, una de tantas que dejó él cuando se fue. En la etiqueta lleva la leyenda “Infierno” y un monstruo grita, abriendo espantosamente las fauces, mostrando sus afilados dientes, mientras yo espero a que alguien me note en el fondo de dicha botella y tenga curiosidad por saber qué hago yo ahí.

Alguien que tenga la curiosidad que yo ya no tengo.

Los amantes van y vienen, los amores permanecen, marcan, se quedan como cicatriz viva. Una cicatriz que nunca deja de doler si esa persona no permaneció lo suficiente con nosotros, si esa persona nos abandonó antes de que la costumbre hiciera al amor marcharse, a veces a las personas se les hace (se nos hace) más cómodo ver morir una relación por la rutina que todo lo destroza.

¿cómo se puede amar sin tener miedo a perderlo todo otra vez? La muerte se lo lleva todo, constantemente me lo repito, dándome cuenta de que, el amar solo me causará más dolor, pues es inevitable que aún amando en libertad, el dolor de que esa persona ya no esté contigo te abrume y te consuma.

¿Qué se siente ser hierba mala? No sé, más bien pregúntenme qué se siente no dejar huella, no dejar marca, no dejar cicatriz en otros. Yo no he permanecido en la memoria de mis amantes, sin embargo ellos si han permanecido en mi cabeza. No como una colección de trofeos de guerra, sino como una experiencia que me ha dejado importantes enseñanzas.

Nuevamente me encuentro agotada, la razón de mi fastidio soy yo misma, cuento los días para que lleguen las tan ansiadas vacaciones. Las necesito, me encuentro agotada en muchos sentidos, aunado al hecho de que soy mi propio enemigo, no duermo lo suficiente, no sé descansar, todo el tiempo estoy dándole vueltas a pensamientos repetitivos, redundantes, no me concentro y cuando lo logro lo postergo.

09 de Diciembre del 2014

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